Vamos a necesitar un banco malo europeo
Admitamos que la demanda se recuperará progresivamente, si bien con cambios estructurales, algunos de los cuales ya venían gestándose y que esta crisis acelerará. La recuperación de la oferta no será tan automática, ni fácil, porque la destrucción de capital productivo y la inutilización del ahorro serán muy importantes y su reconstrucción lenta. Como consecuencia de todo ello tendemos un segundo impacto en el sistema financiero, mayor que el primero.
Este segundo impacto que acaba de empezar amenaza con llevarse, por excepcional, mucho de lo bueno construido hasta ahora. Sólo hay que ver las cuentas de resultados de los bancos en este primer trimestre y la prudencia en la dotación de provisiones que trabaja desde ya como una pinza sobre las cuentas de resultados. Por esta razón el Sistema de Regulación y Supervisión ha reaccionado con prontitud con tres tipos de medidas:
- Permitir la utilización de los colchones de capital y así apoyar la oferta de crédito que no debe disminuir si no queremos añadir a los perversos efectos del COVID19 un destructor “credit crunch”.
- Un tratamiento prudencial de las garantías públicas, evitando estigmatizar a los clientes y entidades financieras que recurran a ellas y huyendo de automatismos en la evaluación de la calidad crediticia apoyada en las mismas.
- Amortiguando el efecto, muy procíclico, de la nueva normativa contable para dotación de provisiones por pérdida esperada y con ello evitar la peor amenaza al situar al sistema en pérdidas y también sentar las bases de una contracción del crédito.
Ahora bien, estas medidas podrían no ser suficientes para mantener el sistema en marcha y en mi opinión no lo serán. Habrá que tomar decisiones para evitar encapsular una acumulación nunca vista de activos dañados, muchos de los cuales se convertirán en tóxicos. Una buena solución para gestionar estos activos es la constitución de un BANCO MALO.
Ahora es el momento porque el acertado sistema público de ayudas que se ha establecido encapsulará rápidamente:
- CAPITAL EN ACCIONES de empresas nacionalizadas o participadas ahora que la Comisión Europea ha dado el visto bueno. Debemos preguntarnos ¿qué hace un Estado con acciones de grandes, medianas o, incluso, pequeñas empresas? De manera similar la misma pregunta vale sobre la participación que derivará a los Bancos en el capital de empresas de todo tipo como consecuencia de la conversión de créditos impagados.
- GARANTÍAS: ¿Qué pasará con la ejecución de los créditos impagados que los Estados están garantizando al 100% en algunos países o al 80% en otros? ¿Quién va a gestionar esta cartera de impagados? ¿Se convertirán también estos créditos en acciones de empresas o en activos reales, inmuebles?
- HIPOTECAS y otros créditos a particulares: Hemos dicho que hay que prepararse para lo peor. Debemos actuar con anticipación para gestionar con criterios sociales las mejores condiciones de refinanciación y la cartera de inmuebles que se derivará. En base a ello merece discutirse ahora y no más tarde la idea de un BANCO MALO a nivel europeo porque es una medida adicional a las ya tomadas, también de gestión excepcional, y que sería básica para limpiar los activos tóxicos que se originarán en el sistema.
También es importante porque, ahora sí, un BANCO MALO EUROPEO supondría una MUTUALIZACIÓN de riesgos entre los socios de la UE, muy necesaria en estos momentos en los que Eurobonos y subvenciones varias no llegarán o lo harán tarde.
También un Banco Malo aportaría el necesario valor de la trazabilidad de las ayudas públicas que se prestarán y la transparencia en la gestión de las mismas. Hay que defender la legitimidad de las ayudas prestadas y el buen fin de la gestión posterior de las mismas, en un horizonte de cambio y recesión que no será transitorio.
Se trata de preservar un equilibro general en la UE mutualizando y compartiendo riesgos entre todos los socios, a la vez que también marcando criterios de gestión profesional, no politizados y sesgados en actuaciones clientelares.
Con la liquidez tan abundante que todavía tenemos y los tipos de interés extremadamente bajos se puede crear un BANCO MALO que aprovecharía las favorables circunstancias actuales de mercado para financiarse con capital público, de los Estados y de la UE, y con instrumentos híbridos, bonos convertibles y subordinados y deuda a muy largo plazo, lo que facilitaría una estrategia de salida ordenada.
Se llama Banco Malo porque es esto, un Banco Malo cuyos activos son temporal o definitivamente malos derivados de una gran crisis económica, pero también es un
Banco Bueno porque sirve para salvar la parte sana del sistema, al aislar los activos tóxicos que con el paso del tiempo y una buena gestión pueden incluso terminar siendo buenos.
Sería un verdadero instrumento comunitario, transparente y fiscalizable. Está claro que si al cabo de los años hubiera resultados positivos, estos también se mutualizarían y los beneficios de este instrumento serían incluso más evidentes.