Una inyección de moral en el Hay Festival de Segovia
Contra la “tiranía” de la actualidad, el debate de ideas
Dentro del ciclo de conferencias y debates que organizó la edición española del Hay Festival, en Segovia, hace un par de semanas participé junto al periodista británico del Economist y TheGuardian GilesTremlett en una charla titulada ‘Por un crecimiento sostenible’.
Me sorprendió el interés del público, que se reflejó en el aforo de la sala. Además, asistí al coloquio del ex comisario Joaquín Almunia, y tuve una interesante entrevista con Sonia Cuesta, representante del grupo estudiantil “Jericho” de Oxford.
Me ha gustado mucho el festival: serio, bien organizado, con calidad. Necesitamos más debate de ideas, menos inercias, más visión histórica y más autocrítica. A esto contribuye el Hay Festival. Haciendo referencia al mítico festival de rock, el presidente Bill Clinton dijo que “el Hay Festival es el Woodstock de las ideas”, y tras mi primera experiencia allí, no puedo estar más de acuerdo con su definición.
Un diagnóstico de la crisis
Durante la sesión Giles preguntó por los orígenes de la crisis, lo que me permitió recordar dos ideas en las que insisto en mi libro Por un crecimiento racional: el análisis debe partir del origen de la banca fraccionada y el “acuerdo tácito” entre banca y gobiernos, entente de soporte mutuo y salvación del problema existencial de la liquidez.
Giles Tremlett también se interesó por el problema que plantea el rescate de los bancos quebrados o a punto de hacerlo, una cuestión delicada. Siempre he creído que debemos tener menos resistencia a la quiebra de bancos. Y para ello es necesario contar con condiciones previas que ya se están implantando en Europa y Estados Unidos.
Sobre la regulación bancaria
También se planteó si la regulación bancaria fue demasiado laxa y la supervisión débil. Que esta fue la principal causa de la crisis es una idea asentada pero que no comparto. Con las mismas normas hubo bancos que actuaron bien y otros que no. Giles mencionó este asunto, tan presente en los medios y el debate público; dirigiendo la conversación sobre la necesidad de una intervención pública aún mayor para controlar los excesos del sector.
El sector financiero fue el último detonador de la crisis, pero no la causa principal, aunque sí muy importante. Se trata, y todavía es así, de un problema de solvencia del sistema, endeudado hasta cifras insoportables si no fuera por una política monetaria que mantiene los tipos de interés en mínimos.
Este problema obliga a prestar especial atención al legado que dejamos a las próximas generaciones: la necesidad de reducir una deuda insostenible si no mejora la productividad del sistema y que otros pagarán por nosotros.
Contrastar ideas y huir de la resignación
Decía el economista John Kenneth Galbraith que “la memoria financiera dura 10 años”, que ese era el intervalo aproximado “entre un episodio de sofisticada estupidez y el siguiente”.
Por tanto, según se desprende de su opinión, estaríamos destinados a cometer los mismos errores económicos hagamos lo que hagamos. No comparto el concepto. Los tiempos han cambiado, y hemos aprendido.
Escribía hace unos días el analista del New York Times Bret Stephens una sugerente columna titulada “El moribundo arte de la discrepancia”. Merece la pena discrepar y comentar errores para no volver a cometerlos.