Comparto el informe de la revista 'Tendencias Globales' en el que participo como experto en análisis político junto a Ignacio Escolar y Gloria Lomana.

Populismo europeo y medios en una época de desencanto

El calendario electoral de 2019 puede resultar crucial para la configuración de gobiernos nacionales y de las instituciones clave de la Unión Europea. El ascenso de movimientos populistas en todo el mundo occidental desde hace unos años genera incertidumbre a medio plazo, y sobre la sostenibilidad del orden liberal. Por ello, es necesario en primer lugar saber identificar y definir el populismo como práctica política.

Hacia una definición del populismo en nuestra era

Según el Instituto Tony Blair para el Cambio Global, el populismo no es una ideología sino una lógica de organización política en cuyo centro figura una distinción entre amigos y enemigos, dentro de la cual aquellos a favor de los populistas se representan como legítimos y sus opositores como ilegítimos. Puede tener lugar en cualquier lugar del espectro político, tanto en la extrema derecha como la extrema izquierda.

Juan María Nin,analista político y económico, es más tajante en su definición. Afirma que el primer factor distintivo del populismo -y del que se derivan los demás- es “la inexistencia de valores éticos”. También destaca “el riesgo moral elevado, el clientelismo y el manejo de propuestas de valor identitarias y tribales”. Asimismo, resalta que “las fake news y el cortoplacismo se han convertido en factores determinantes para este fenómeno”. También destaca el uso de “la primacía de los sentimientos sobre la racionalidad y un fomento del consumidor protegido frente al ciudadano libre, además de un uso del lenguaje farfalloso, y finalmente, un fraude intergeneracional estructurado” que se evidencia en el “riesgo moral que implica no asumir las consecuencias a medio plazo de decisiones de riesgo social y económico elevado y acumulativo debido al cortoplacismo electoral, que lleva a los populistas a descargar todas las consecuencias negativas de sus políticas a las siguientes generaciones”.

Para Ignacio Escolar, fundador de eldiario.es y periodista experto en nuevas tecnologías, el elemento más distintivo del populismo se relaciona con la gestión de la comunicación. Asegura que “el populismo se basa en la mentira y en confrontar a la prensa y posicionarla como un enemigo”. El populismo también se distingue por “la manera en que difunde sus mensajes en redes sociales”, valiéndose de campañas segmentadas -como ocurrió en el caso de Gran Bretaña durante el Brexit o en Brasil durante la campaña de Bolsonaro, o con el auge del partido Vox en España- el uso de redes sociales opacas, incluyendo grupos de Whatsapp (donde corroborar la fuente resulta virtualmente imposible). De igual forma, “la difusión de publicidad segmentada evita que sus campañas más agresivas sean detectadas, y permite que vayan directamente al público objetivo. El populismo, sobre todo, se basa en una falta de respeto por los datos como elemento para el debate, científico, político y académico. Para los populistas las emociones y la subjetividad tienen primacía, y la mentira se justifica en virtud de que sirve para luchar por las causas que consideran justas”.

Gloria Lomana, periodista y analista política, identifica como rasgo más visible el de una búsqueda de la “deslegitimación de la política que conocemos como tradicional, incluido el sistema de representación democrática que los países occidentales practican. Sus pretextos son la crisis económica y la corrupción presente en algunas de esas democracias. Se han ido nutriendo y a su vez emitiendo mensajes que la población querría escuchar: mensajes simplistas, con manipulación y radicalidad, aprovechando las herramientas que brindan las nuevas tecnologías. El riesgo que existe es que las nuevas tecnologías se basan en transmitir mensajes muy cortos y de alto impacto. El populismo se nutre de ofrecer falsas salidas a los ciudadanos apelando a emociones y necesidades”.

Para el escritor y columnista Moisés Naím, exagerar la situación precaria de un país es indispensable como táctica retórica del populista, cuyo mensaje central es que todo lo que sus predecesores han hecho está mal, corrupto o es inaceptable, y que el país necesita cambios drásticos que sólo el populismo puede llevar a cabo. Otras tácticas incluyen criminalizar a la oposición, resaltar amenazas externas o insistir en la existencia de enemigos externos que cuentan con aliados locales (Venezuela, Rusia, Turquía), además de glorificar el ámbito militar (EEUU, Brasil, Hungría, Rusia) y desacreditar a las élites intelectuales, expertos, medios de comunicación y periodistas.

Referendos: ¿Herramienta predilecta?

Según un estudio realizado por Katherine Collin, del Brooking Institution, la correlación percibida entre el ascenso del populismo y los referendos ha sido reforzada por una serie de votaciones en Europa (Grecia en 2015, Brexit y Hungría en 2016) en la que los populistas hacen uso de estos procedimientos contra el orden y las instituciones liberales. De forma similar, los líderes autoritarios se han apoyado en esta herramienta para legitimar a sus regímenes y políticas.

Collin cuestiona esta correlación en el caso europeo, debido a la escasa eficacia de estas votaciones a la hora de hacer retroceder el liberalismo. Afirma que la mayor parte de las políticas liberales han sido implementadas vía legislación y que los referendos populistas (excluyendo el Brexit) han fracasado porque los votantes los han rechazado, no han votado, o los gobiernos han elegido no implementar medidas no vinculantes.

Para Juan María Nin, “no hay nada más contundente para los populistas que un referendo, ya que divide a la sociedad en dos bandos (perdedores y ganadores) en un debate de todo o nada, sin los matices y contrapesos necesarios en una sociedad adulta, y ya que, una vez celebrado, no hay rectificación posible. La democracia directa suele ser el instrumento favorito de dictadores y populistas”, indica.

Ignacio Escolar matiza por su parte, afirmando que los referendos no son malos en sí mismos. Sin embargo, a la hora de plantearlo, el referendo “debería ser la última opción después de una serie de decisiones previas políticas que han fracasado una vez que los consensos básicos no han podido alcanzarse. Sólo en el caso de que propuestas constructivas no tengan apoyos suficientes, deberían votarse propuestas más destructivas o disruptivas”.

Según el estudio antes citado, la democracia directa puede funcionar como parte del sistema de contrapesos institucionales que mantienen el orden liberal o puede atentar contra él. La clave para esto son los arreglos institucionales para su ejercicio y el contexto político en el que los referendos son llevados a cabo.

Redes sociales y fragmentación de mensajes

El populismo actual tiene un componente adicional que contribuye tanto a la configuración como a la difusión de sus mensajes. Según un artículo publicado por Marek Dabrowski en el think tank europeo Bruegel, buscar solo las causas económicas del populismo puede desembocar en un análisis sesgado. Afirma que, si se evalúan los países donde los partidos, lideres e ideas populistas han progresado, se encontrarán países con serios problemas económicos (Brasil, Grecia, Hungría e Italia) y otros cuyo rendimiento ha sido relativamente bueno (Austria, Republica Checa, Filipinas, Polonia, Eslovaquia, Reino Unido y Estados Unidos), lo que sugiere que existen factores no económicos, y uno de ellos es la revolución de las tecnologías de información y comunicación (TIC) que ha propiciado que algunos medios de comunicación tradicionales desaparezcan, y que otros se hayan movido a nichos de mercado anteriormente ocupados por los tabloides.

Afirma igualmente que las redes sociales, y otros foros de internet son a menudo mal utilizadas por quienes tratan de manipular la opinión pública y por aquellos difusores de la conspiración, generando en el público una mayor dificultad para distinguir la información real de la falsa. Estos cambios en los medios han tenido un impacto en la política, convirtiéndola en una arena mediática en la que los “gladiadores” luchan entre sí, reemplazando el diálogo político y la búsqueda de soluciones intermedias por una mayor polarización, propiciando la aparición de líderes radicales.

Ante este fenómeno, el periodista Ignacio Escolar afirma que hay muchas cosas que se pueden hacer, una de ellas es la verificación de la información Por ejemplo, que Facebook, de la misma manera que su algoritmo pondera el número de likes a la hora de convertir un mensaje en viral, “también pudiese contrastar la fidelidad de las fuentes, mediante el uso de auditores externos, impidiendo que medios específicamente diseñados para difundir mentiras no utilicen la plataforma o no tengan la misma velocidad en las redes”. En el caso particular de España, afirma que existen muchos micro-medios con enorme difusión en las redes sociales que propagan mentiras, y asegura que un mayor compromiso en medidas prácticas por parte de las redes sociales es necesario. Por otra parte, “algo que sí han hecho bien estas plataformas es la creciente transparencia en relación a qué anuncios están pagando los partidos y otros grupos políticos en sus redes. A pesar de que esto no impide la difusión de mentiras, sí permite a los periodistas determinar quién paga las campañas”.

Para Gloria Lomana, “la primera acción es hacer ver a los ciudadanos que la información no se encuentra en las redes sociales necesariamente”. Estas te dan impactos, y puedes conocer algunos titulares, pero “las noticias y su análisis deben conocerse a través del periodismo”. Esto requiere una tarea de educación a la ciudadanía que es “necesaria, a la que estamos llegando tarde, y que debe principalmente dirigirse a la juventud, para facilitarles la distinción entre hechos y hechos alternativos”.

También hace falta apoyo institucional al periodismo, independientemente de su línea editorial: no hay buen o mal periodismo, el periodismo es o no es. Para Juan María Nin, que opina que nada puede hacerse desde las redes sociales para aportar un cambio, la clave está también en la educación: “una educación que asegure que los futuros ciudadanos reciban formación en valores e ideas, para formarse en historia, economía y ciencias desde la educación primaria. Las nuevas generaciones, bien formadas, podrían llegar a autorregularse en las redes sociales”. Asimismo, la inteligencia artificial también aportará nuevos sistemas de contraste y validación que frenarán el fraude emergente. Afortunadamente, parte del gobierno en la red podría pasar a las máquinas, más morales y eficaces que el populismo actual.

Radicalización del mainstream

Otro fenómeno que se ha podido detectar como consecuencia del populismo es que partidos tradicionales empiezan a asumir posturas más radicales para capitalizar el descontento del que se alimentan los populistas en las elecciones.

Según Ignacio Escolar, en el caso de España, en la última campaña electoral, “la irrupción de Vox generó competencia en los partidos de centroderecha llevándolos hacia posiciones más radicales”. Asegura que es “muy probable que esas posiciones populistas continúen avanzando”, en gran parte debido a que el debate público está fragmentado, y “el efecto burbuja ocasiona que votantes de una determinada posición política puedan a través de las redes sociales leer lo que quieren leer”.

Juan María Nin afirma de forma contundente que los partidos políticos tenderán a seguir radicalizándose para convivir con los populistas “en la medida en que la mediocridad impere en los líderes políticos y no impere la excelencia en los partidos”.

Según The Economist, el partido conservador, que fue alguna vez el instrumento del establishment británico, está en proceso de metamorfosis para convertirse en un partido nacionalista y populista a gran escala. El referendo del Brexit de 2016 fue el desencadenante, permitiendo a los Brexiteers afirmar que representaban la voluntad de la gente. Los traumas posteriores han impulsado esta transformación confrontando esa voluntad de la gente con todas las dificultades prácticas, desde la oposición de los europeístas, a la astucia de los burócratas europeos.

La disposición de Theresa May de trabajar con el líder de los laboristas le ha dado a esta nueva criatura hormonas de crecimiento: la idea de que el Brexit ha sido traicionado por una primera ministra que prefirió trabajar con un marxista en lugar de con su propio partido.

Brexit y elecciones europeas

Según Ignacio Escolar, la enorme negociación de salida que sigue en curso está demostrando hasta qué punto fue “poco meditada la propuesta de ruptura, planteando un referéndum sin plantear antes alternativas de otro tipo”. Por otra parte, pone en duda que, de votarse de nuevo, el resultado fuese diferente. La gran tragedia para el Reino Unido es que “ya tenía un grado importante de autonomía y ese soft Brexit que parece avecinarse no se perfila tan distinto al estatus previo”.

Sobre las elecciones europeas Ignacio Escolar señala que es muy probable que en estas próximas elecciones los partidos de ultraderecha consoliden ganancias significativas en el parlamento europeo. Sin embargo, esta ola puede empezar a cambiar cuando algunos partidos de extrema derecha comiencen a gobernar: “es mucho más fácil crecer electoralmente cuando se está en la oposición, ya que cuando estás en el gobierno el discurso populista es difícil de ejecutar y traducirse en políticas coherentes”.

Gloria Lomana afirma que Europa esta “indefensa”, y podríamos encontrarnos con un parlamento europeo con mayoría de euroescépticos, algo que debería preocuparnos. “El proyecto europeo no puede darse por sentado, y se ha visto como algo lejano porque tenía estabilidad”. El gran problema que percibe es la “ausencia de liderazgos”. Angela Merkel de retirada, Emmanuel Macron lidiando con el conflicto de los chalecos amarillos y el Reino Unido está inmerso en la confusión, sin saber lo que quiere respecto al Brexit.

Escolar indica que existe una “crisis de credibilidad en las instituciones europeas”. Esta crisis viene dada por un margen de maniobra de los gobiernos que se ha estrechado y tiende a verse a Europa como un “factor antidemocrático, muchos votantes perciben que las grandes decisiones son técnicas y da igual a quien se vote, esto genera frustración en muchos votantes y ante la frustración son propensos a escuchar otras propuestas y se pierde algo de confianza en el proceso democrático”.             

Un artículo publicado en el Washington Post afirma que la presencia de euroescépticos en el parlamento europeo ha sido una práctica frecuente cuando los políticos no podían ser electos en casa, ya que sus seguidores más leales los envían a Bruselas en elecciones con baja participación (destacan a Matteo Salvini y Marine Le Pen) Destaca que además de los beneficios (un salario de más de cien mil euros y cuentas de gastos) también han obtenido fondos para contratar personal y para sus actividades políticas: en pocas palabras, legitimidad. Parece que la participación masiva es esencial, pero el pronóstico sobre esto es reservado.

Resiliencia institucional

Para que el populismo no derive en autoritarismo, la tradición democrática y la resiliencia de las instituciones es crucial.

Juan Maria Nin señala que es importante, vital y necesario que Europa despliegue su capacidad de hacer frente al populismo. “El proyecto europeo es un proyecto con valores éticos occidentales en su base, por definición. Es un proyecto no populista en su naturaleza y formulación, y de ahí viene la ferocidad con la que estos movimientos niegan la construcción del proyecto europeo, porque es el gran obstáculo para el triunfo de los postulados populistas. Una Europa unida y de valores es la única solución al populismo sangrante”.

Lomana concluye que “los tiranos recurren al populismo porque el lenguaje es engañoso”. Las instituciones democráticas deben blindarse “con altura de miras”, dejando el oportunismo a un lado, pensando más en los países y no en sus intereses particulares. “Si los partidos salvaguardaran los grandes valores de la democracia y exaltaran la democracia representativa, estaríamos más cerca de las soluciones. Responsabilidad, honradez, ética, y sentido de estado son fundamentales para contrarrestar el fenómeno”.

Gestionando el fenómeno de cara al futuro

Shafik Minouche plantea en el Financial Times que para contrarrestar el populismo debe atacarse la inseguridad económica y los miedos sobre identidad que los populistas han sido capaces de explorar. Afirma que parte de la solución está en políticas que muchos países han fallado en implementar adecuadamente, tales como invertir en educación y formación, infraestructura en regiones pobres y redistribución de la riqueza. Pero los gobiernos necesitan políticas creativas que permitan a sus economías ser flexibles mientras se da a los trabajadores seguridad, y cita el modelo danés como ejemplo de seguridad en el ingreso y no necesariamente en el trabajo. Por otra parte, menciona también reformas como reducir la influencia de intereses especiales, reforzar los límites en períodos de gobierno e impulsar a los políticos a ser honestos con el público y descentralizar las decisiones para dar más poder real a los ciudadanos.

Carla Norrlof en Foreign Affairs, trae de vuelta a la educación, indicando que la mejor forma de contrarrestar la tendencia populista es impulsar actitudes más liberales, y que hay evidencias de que la mejor manera de promover valores liberales es ofrecer más educación. Una mejor educación enfatiza la igualdad, la tolerancia y el pensamiento crítico. Un mayor acceso a la educación reduce la propensión a posturas que se oponen a los valores y prácticas liberales.

Shafik Minouche en el Financial Times concluye afirmando que el mayor reto será desarrollar una contra-narrativa sobre la identidad que defina quiénes somos, lo que en sociedades globalizadas y multiculturales se ha convertido en algo más complicado, ya que el foco ha estado en aquello que nos hace diferentes: raza, género, orientación sexual, religión. Aquello que nos une –valores compartidos, historia, gastronomía, deporte, eventos nacionales– merece más énfasis. No podemos asumir que el viejo sistema estaba bien, es necesario abordar las reivindicaciones legítimas que los populistas han identificado, manteniendo los valores de democracia y pluralismo que están tratando de destruir.


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