‘Liberalismo’. Una introducción

De Michael Freeden. Editorial Página Indómita

Si han tenido la amabilidad de leer mis reflexiones, recomendaciones y artículos en estos últimos años, se habrán dado cuenta de que uno de mis puntos recurrentes ha girado alrededor de los malentendidos y equívocos que hay cuando hablamos de liberalismo. No es sólo una confusión sobre lo que propone o no este corpus de ideas, sino que se extiende a la terminología. En Estados Unidos, un liberal es alguien de izquierdas, y se suele usar de forma despectiva. En Reino Unido, se entiende por liberales a aquellos centristas partidarios del libre mercado pero preocupados por cuestiones sociales y ambientales, mientras que en el continente se suele hacer un paralelismo entre liberal y partidario de desregulación sin más. Una caricatura que ha calado hondo en España, donde un liberal ha sido una especie de ser sin alma entregado a los poderes oscuros del mercado, calificado despectivamente como neoliberal.

Eso parece estar cambiando, porque ahora son varios los partidos y líderes sociales que reclaman para sí la etiqueta de liberal. Y digo etiqueta, y no ideario, porque éste sigue siendo difícil de definir más allá de unos sólidos principios generales las diferentes capas de la evolución del ideario que también describe Freeden. Pocos pero innegociables. También han aparecido buenos libros que han rescatado ideas sin fecha de caducidad como las de Raymond Aron, Isaiah Berlin, John Stuart Mill o Alois Schumpeter. Hay una nueva reivindicación política e intelectual incipiente que quizá esté señalando algo, aunque es pronto para saberlo. En un momento de repliegue nacionalista e identitario como el que vivimos, el liberalismo sigue, injustamente bajo sospecha, pero la Ilustración y sus valores comparecen una vez más.

Aparece ahora en España Liberalismo, del teórico político Michael Freeden, y lo hace en la editorial Página Indómita, que está haciendo una labor encomiable recuperando a autores liberales clásicos, como los mencionados, y descubriendo otros más contemporáneos. En este ensayo, Freeden reivindica el liberalismo como la historia de un éxito, e intenta delimitar aquello que lo define. “¿Cuáles son las ideas que, independientemente de su posición espacial o de su peso relativo dentro de cada manifestación del liberalismo, se pueden encontrar en todos los liberalismos?”.

Para él son siete: las nociones de libertad, racionalidad, individualidad, la creencia en el progreso, la sociabilidad (rechaza la caricatura de individualismo que se hace al liberalismo), el apego a los universales humanos (hay derechos y rasgos comunes a todos, innatos por el hecho de ser seres humanos) y la urgencia de limitar todo poder. Algo que comparto y que es necesario articular políticamente, pero también en nuestro día a día como ciudadanos con derechos y deberes. El ciudadano liberal es la refinación más depurada de los derechos del hombre que se inician con la Revolución Francesa y, posteriormente, la Revolución Liberal de los autores escoceses. Y este libro sólido, conciso y ameno nos ayuda a entenderlo mejor.

Ojalá nos ayude en uno de los retos más importantes que tenemos en la batalla de las ideas: el de persuadir a los ciudadanos de que la solución no pasa por volver a un pasado de ideologías autoritarias fracasadas, ni encerrarnos en nuestras identidades más antagónicas. Un libro necesario, lúcido. 


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