La tragedia de la liberación
Nada sabía de la revolución china, salvo el libro rojo de Mao Zedong con tapas de hule indestructible que guardo y exhibo en la librería de casa junto a un trozo del muro de Berlín… Quizás, también, mis libros de “curiosidad”, comprados en Londres en los años 70 y 71, en la “People’s Bookshop” de Paddington, de impecable edición y constitutivos de una coqueta biblia marxista. Los traje a España, no sin cierta emoción, porque estaban prohibidos y me podían identificar como un seguidor, un potencial propagandista con consecuencias desagradables. Nada de esto pretendía. Libros de indigesta lectura, reliquias de un pasado que fue peor y que siguen en mi biblioteca como fuente de consultas ocasionales… También me había aproximado a la mentada revolución vía una imagen que nunca olvidaré: en el vetusto edificio central de la London School of Economics, en pleno batiburrillo de melenas, barbas mal afeitadas, vestidos hippies, pésimo café, el peor calificado de Londres, y con Vanessa Redgrave de visitadora agitadora de asambleas “cool”, (comparadas con las que había vivido en la Universidad de Deusto en los años 70), agitación por el fallecimiento de la banda Baader-Meinhof, de repente…una docena de jóvenes con corte de pelo y uniforme militar, casi carcelario y, como no, gorra desproporcionada, mirada baja, al suelo, en fila india, bajando las escaleras por las que nadie habría “desfilado nunca”, con un pequeño comisario-funcionario al frente, un “liberador-guía” a sueldo. Recuerdo que intentamos acercarnos pero no logré cruzar una visual con ninguna de ellos. Son momentos en lo que se sabe un poco más lo que no se quiere ser y lo que no debe ser.
Años más tarde he conocido la China actual, profesionalmente. También con ocasión de los Juegos Olímpicos de Pekín. El régimen ha evolucionado a mejor, pero las estructuras de poder permanecen. Conozco bien Hong-Kong, señal inequívoca de que cualquier atisbo de diferencia y más si es en clave de libertad, será masacrada. Lo siento por el puerto de los aromas y su maravillosa gente.
Me decía un buen amigo, demócrata sin tacha, que en esta edad avanzada se inclinaba más por el capitalismo de Estado y el gobierno de las élites que por nuestro sistema, que ha devenido tóxico para los ciudadanos debido a la incompetencia de los gestores en los partidos políticos y, de rebote, en nuestros gobiernos. No he llegado a este punto pero, por primera vez, entiendo porque piensa así.
Pues bien, este libro cubre bien mi curiosidad ¿Qué pasó? Una tragedia. Un comandante feroz, Lin Biao, una ciudad sitiada, un asedio implacable, 160.000 muertos y la carne humana a buen precio como medio último de subsistencia. No está mal para arrancar. A partir de aquí, el resto de la revolución. Este libro, segundo de una trilogía fascinante, es un revelador documento sobre lo sucedido. Toca cada uno sacar conclusiones y mirar el futuro con mejor conocimiento de causa.