El impacto de la «Libra»: una batalla ideológica

05 septiembre, 2019   0 Comentarios

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Vivimos tiempos acelerados en los que la tecnología actual facilita hacer realidad proyectos del pasado o pasajes de novelas futuristas que parecían una quimera. El anuncio de Facebook, junto a un consorcio de 27 empresas, de crear una moneda global virtual denominada Libra asociada a un sistema de pagos Calibra, es un ejemplo. En Bretton Woods (1944), tras el fracaso del patrón oro, Keynes defendió, para evitar desequilibrios crónicos en las balanzas comerciales nacionales, la constitución de la Unión Internacional de Compensación. Esta entidad emitiría una moneda común para el pago de las transacciones comerciales, el Bancor, referenciada a una cesta de monedas ponderada. Su propuesta fracasó frente al plan White de EEUU, basado en tipos de cambios fijos, el principio de multilateralidad y el patrón dólar-oro. El nuevo imperio americano impuso su moneda como divisa de intercambio internacional. Sin embargo, la carga financiera de la guerra de Vietnam obligó a Nixon a abandonar el patrón dólar-oro en 1971. Por primera vez se desvinculó el dólar de cualquier referencia objetiva y se instituyó el valor de un pedazo de papel como dinero fiat, respaldado únicamente por la confianza del consumidor en su Estado. En este contexto, Hayek defendió la desnacionalización del dinero en 1976 con la aparición de nuevas monedas emitidas por bancos privados. Su propuesta anticipó la ruptura del monopolio estatal de emisión que materializan las criptomonedas y que persigue la Libra. Hayek a su moneda no le llamó Libra, pero sí Ducado, emitido por un banco privado suizo que aseguraría su conversión en un valor mínimo referenciado a una cesta de divisas.

Ni Keynes ni Hayek vieron materializadas sus propuestas. Sin embargo, sí se hicieron realidad en otros ámbitos institucionales. Un ejemplo es el Derecho Especial de Giro, creado por el FMI en 1969 como activo de reserva internacional que, tras perder protagonismo con la quiebra del sistema de Bretton Woods, ha proporcionado liquidez al sistema económico mundial durante la gran recesión en 2008. Otro ejemplo es la creación en 1979 del ECU, por la entonces Comunidad Económica Europea, como unidad de contabilidad interna comunitaria hasta la entrada en vigor del euro.

Estos antecedentes, unidos a los avances tecnológicos relacionados con el blockchain y las criptomonedas, han sido fuente de inspiración para los creadores de la Libra y Calibra. La Libra se define como una moneda privada global, apoyada en la tecnología blockchain y respaldada por una cesta no sólo formada por divisas de referencia, sino también por deuda pública, con un mercado objetivo inicial de 2.400 millones de usuarios de Facebook (32% población mundial). Este proyecto permitiría, potencialmente, eliminar los intermediarios financieros, favoreciendo la inmediatez de las transacciones a menor coste, especialmente para los 1.700 millones de personas que actualmente no disponen de cuenta bancaria. En definitiva, una moneda que rompería el monopolio estatal y la decisión de Nixon de desvincular el valor de las monedas a cualquier referencia objetiva distinta al marco institucional.

Es interesante constatar que estos avances generan incógnitas y retos a los que conviene dar respuesta. Desde el punto de vista regulatorio, sería necesario definir si la Libra es una moneda, una garantía, un depósito, un fondo o simplemente una plataforma de pago. Su naturaleza es esencial para fijar la regulación a la que debe estar sometida y si, además, hay que establecer nuevas reglas de juego globales en materia de servicios financieros y de pago, privacidad de datos y prevención de delitos como blanqueo de dinero, evasión fiscal o financiación del terrorismo. Todo ello en un contexto en el que otras potencias, como China, podrían emprender innovaciones similares.

Desde el punto de vista monetario, la Libra rompe el monopolio de control de liquidez, perdiendo la política monetaria eficacia como estabilizador del ciclo económico, pieza fundamental en la resolución de la recesión de 2008. Además, la banca tradicional sufre actualmente un estrechamiento del margen operacional por los bajos tipos de interés y sus elevados costes, dadas las exigencias competitivas del mercado y el saneamiento de sus balances. Situación que contrasta con los servicios financieros digitales, más ágiles, flexibles y con menores costes, lo que podría ser una puntilla casi definitiva al sistema tal como hoy lo entendemos.

En los mercados financieros, la Libra, por su dimensión y la incertidumbre que genera, podría constituir un riesgo sistémico para la estabilidad financiera global. A ello se une el peligro de que Facebook concentrara un gran volumen de deuda soberana, convirtiéndose en el mayor gestor global, con implicaciones geopolíticas y de posición de dominio sobre algunos países. Además, la generalización de la Libra exigiría mayor respaldo en bonos del tesoro, aumentando su demanda y presionando a la baja sus tipos de interés, perjudicando a ahorradores y al sistema financiero. Estos desafíos, junto a los relacionados con la libertad ciudadana, retan a las autoridades monetarias y a los Estados. Destaca la respuesta de Steven Mnuchin, Secretario del Tesoro de EEUU, que ha iniciado contactos en el G-7 y el G-20 para coordinar políticas sobre pagos digitales. En este contexto, Facebook ha decidido posponer el lanzamiento de la Libra hasta que se resuelvan las dudas regulatorias. A pesar de ello, la imparable innovación financiera requiere una rápida acción coordinada para evaluar su impacto y diseñar un marco regulatorio que garantice la estabilidad financiera global y el papel de la política monetaria, y que contemple la libertad de los ciudadanos a organizarse, gracias a la revolución digital, mediante sistemas de pagos, medición de valor y ahorro.

¿Quién ganará? De momento, es ejemplar la rápida reacción del Senado americano y la apertura del debate. Para terminar, el subyacente en esta batalla es político, de control público sobre iniciativas privadas apalancadas en la revolución digital y que ponen en jaque la organización tradicional del poder de los últimos siglos. ¿El Estado versus la moneda privada?


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