A vueltas con el Bitcoin y las criptomonedas. Un comentario a dos noticias y a un augurio.

Los que tienen la amabilidad de seguirme por este medio, saben de mi interés por las criptomonedas. Una herramienta cuyo auge sustenta también un debate de ideas muy interesante y una incipiente batalla cultural y política más que tecnológica. De ello he hablado in extenso en este y otros medios, además de en el prólogo al libro que Carlos Domingo a dedicado a la materia.

Me gustaría centrarme ahora sobre este tema en este principio de año, y a modo de sumario, en lo que nos dejó el anterior, en algunas noticias respecto a criptomonedas que han podido dar la impresión de que los días de todo lo que representa este nuevo medio de pago y ahorro están contados. No es así.

Uno de los casos más ilustrativos de los últimos meses ha sido una polémica decisión de la Corte Suprema de Chile, que avaló el cierre que impuso el Banco Central de aquel país a una cuenta de una operadora que funcionaba con criptomonedas. El fallo trascendió a la opinión pública, y directivos y gestores de bancos y distintos organismos reguladores, salieron a celebrar la noticia.

Una lectura atenta a los argumentos del Alto Tribunal nos da una buena pista de la batalla de fondo que enfrentan las criptomonedas, a las que tilda de "algoritmos que, como tales, carecen de manifestaciones físicas y no tienen valor intrínseco como tampoco -generalmente- uno que cuente con respaldo de algún gobierno en particular o de alguna compañía, siendo definidas y controladas por un grupo descentralizado de usuarios que utilizan el protocolo de Bitcoin en internet".

Es fundamental el reconocimiento en el fallo de la naturaleza con la que operan las criptomonedas, "controladas por un grupo descentralizado de usuarios". Aquí se visibiliza la batalla político-cultural de la que hablamos: una institución jerárquica, vertical, hija directa del Estado-nación, controla e incluso prohíbe a otra horizontal controlada por los usuarios que trabajen con criptomonedas. Esa, y no otra, es la razón de fondo. El auge del Bitcoin y de otras monedas digitales es una cuestión de poder, no de barreras tecnológicas. Antes al contrario, la tecnología que lo sustenta, el Blockchain, es una de las más que más ha avanzado en finanzas y otros campos.

Pocos días después, un reportaje en El País nos hablaba de lo que parecía el declive irreversible del Bitcoin, que habría sido víctima de la presión regulatoria, además de otros problemas propios como el exceso de energía que consume el minado con que se genera. El titular era contundente, y decía que "El desplome del bitcoin atiza el miedo al estallido de la burbuja de las criptomonedas". El contenido detallaba algo innegable: que el Bitcoin ha perdido el 80% de su valor en un año y anticipaba que seguiría la tendencia.

Pero, de nuevo, esto no era difícil de prever. Por dos razones: por un lado, la subida había sido tan sostenida y fuerte, acompañada de nuevos competidores, que los inversores comenzaron a tener dudas de que fuera posible que se mantuviera en el tiempo. Como cualquier otro activo. Además, las criptomonedas no son ajenas al mercado, y en un año que ha sido malo para las principales bolsas del mundo, no es de extrañar la bajada de la cotización de ningún activo. Normalidad de mercado, en este caso. Aunque la caída del Bitcoin ha sido especialmente acusada, lo relevante es más bien algo que ha tendido a pasar más desapercibido: se ha comportado como el resto del mercado. Una señal de un funcionamiento más normal e integrado del que sus críticos perciben.

Y, en segundo lugar, por la presión regulatoria que el Estado (en todo el mundo, con diferente intensidad, pero con el mismo objetivo), en defensa del monopolio de emisión monetaria, ejerce sobre cualquier competidor, sea este falsificador o no. Lo hemos visto en Chile recientemente, pero también desde hace más tiempo en China. El gigante asiático parece librar una batalla sorda, sin cuartel, contra las criptomonedas, y no es casualidad que así sea. El Estado pretende reforzar los resortes de control, y la horizontalidad y la libertad con las que las criptomonedas se mueven es un obstáculo para ellos. Inesperado y que nos muestra de qué lado –la libertad– están en potencia este tipo de innovaciones, que van más allá de las fronteras y los monopolios políticos. 

Este factor hace que la devaluación sea más marcada, y no tanto la propia naturaleza y diseño del activo. Por eso siempre insisto en que no valdrá de nada dar la batalla tecnológica del Bitcoin y las criptomonedas si, al mismo tiempo, no se da la batalla cultural y política. Es una cuestión de poder, y no sólo de cómo se organizan los medios de pago y ahorro para facilitar la vida de los ciudadanos. Sino de control final de la economía con nuevas prácticas de política monetaria fuerte que sustituyan a las más incómodas, como la política fiscal. Las criptomonedas dificultan el control del M-3 y harían muy difícil, si triunfan, la política monetaria como tal. Pero el papel de los Bancos Centrales y las nuevas monedas es otro tema que exige más extensión.    

En este sentido, es una buena noticia que aparezcan buenos libros sobre la materia. Pero de ello doy cuenta en la sección de libros recomendados, que les invito a visitar aquí.


Deja un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Rellena los campos *